Desde la década de 1860, acompañando el vertiginoso crecimiento demográfico de Buenos Aires, decenas de mercados se crearon con el fin de abastecer a esa ciudad que comenzaba a asumir rasgos masivos y cosmopolitas. Tras la apertura del Mercado de Abasto Proveedor (1889), unas cuadras de Balvanera quedaron indefectiblemente ligadas a su dinámica, un hecho que quedó confirmado casi un siglo más tarde al decretarse su cierre: el destino del edificio abrió en la Argentina un debate sobre reciclaje y refuncionalización, pero la clausura del mercado abrió un interrogante sobre el devenir de ese “barrio” e inició un proceso de precarización urbana. 

Esta caminata por “el Abasto” observa su entorno en diferentes épocas, y considera al Mercado mucho más allá de un espacio de transacciones comerciales. El cruce de sociabilidades populares, artísticas y políticas de su entorno delineó un paisaje muy particular, transitado por los malevos y estrellas de las primeras épocas del tango; por miles de chatas que cada madrugada llegaban de todas partes para cargar fruta y verdura frescas; por esa colectividad peruana que arriba en los 80, casi en simultáneo con una parte de la escena under cuyas caras mas famosas fueron Luca Prodan o Batato Barea; por los floggers y la tribu cinéfila que tomó por asalto al shopping.

El Abasto posee una configuración tan propia que, a pesar de estar ubicado en la frontera de dos barrios (Balvanera y Almagro), su identidad supera las delimitaciones catastrales.